noche de paz

Desde que tengo memoria, mis navidades transcurren en la casa de mi tía marité, en temperley. soy bien atea, y la nochebuena no tiene ningún tipo de connotación religiosa para mí. ni siquiera tengo recuerdos de haber creído en papá noel (me asusta no recordar cosas tan básicas de mi infancia) pero sí me acuerdo de haber contribuido con la ilusión de mi prima y mi hermano, que tienen 2 años menos que yo.

La casa de mi tía marité es un templo de emociones, me encanta ir y transitar por esos espacios donde de chiquita jugaba. es muy loco tener tan asociada la niñez a un lugar, íbamos muy seguido en una época, me parecía siempre un plan perfecto, me fascinaba ese lugar, ahí me divertía muchísimo. es una casa muy grande, con muchos jardines y pileta. en los noventa mi prima tenía una motito a batería, como esas que se pueden alquilar en las plazas, y nos la pasábamos circulando de un lado al otro con ese juguete rodante. en los últimos años la casa se fue viniendo medio a bajo y me daba mucha pena ver el jardín descuidado y todo medio despelotado. a medida que fui creciendo esa casa entró un poco en decadencia, abandoné mi niñez y ese lugar fue perdiendo ese encanto particular que para mí tenía.

Ayer fuimos a nuestra cena de navidad, y – no me pregunten por qué- me circuló de nuevo esa sensación de plenitud total al entrar en esa casa. estaba todo decorado con papanoeles y lucecitas de colores que en cualquier otro lugar me hubieran parecido odiosas, pero ayer no. me sentí chiquita de nuevo, me quedé despierta hasta tarde con mis primos y mi tía, me quedé a dormir ahí con mi hermano. hoy a la mañana nos despertamos, estuvimos todo el día juntos en el jardín y en la pileta. hoy recuperé algo, encontré en un lugar que ya no me generaba nada un poco de esa chispa infantil que ya no me visitaba hace tiempo.

Ufff quiero estrenar la almohada que me regalaron.

Au revoir.